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Frío. Un fío recorrió todo su cuerpo. Algo salió de él. Algo que jamás volverá.

Estaba acostado. Solo escuchaba las voces que provenían de su cabeza.

Sentía frío. Uno muy particular. Cálido. No conocido. Cómodo. Escalofriante. Satisfactorio.

Un beso y una caricia lo alejaron de eso. Eso que pensaba, lo que solamente él sabía.

Sentía que alguien lo acompañaba, que alguien respiraba a su lado. Pero él, ni se movía. No sé si porque no quería, o porque no podía. Solo puedo decirles que no lo hacía.

De su boca salió una palabra. “Frío”. Eso que él no dejaba de sentir. ¿Qué era ese frío? Yo, no lo sabía.

De pronto, un movimiento, sutil y brusco. Fueron sus ojos, los había abierto de par en par. Luego un suspiro.

Una voz, la persona que respiraba a su lado, habló.

La encandilante voz cegó sus pensamientos. Aquellos, que con tanto esmero logró construir.

Voz que enseguida reconoció. Era dulce, profunda, penetrante, avasallante...

Su frío cesó. Una calor indescriptible subió por todo su cuerpo. Cada palabra pronunciada subía su temperatura. Cada letra pronunciada quemaba, como si él estuviese acostado en un gran cubo de hielo.

El silencio repentino lo abrumó. Esa tranquilizante voz, calló. El frío y sus inquietos pensamientos ganaron el control de su cuerpo nuevamente. Sus ojos cayeron y su suspiro finalizó.

Eso que jamás volvería se fue de la mano de esa voz.

Mi llanto se escuchó y ocupó el lugar de la voz, a lado de su cuerpo me senté yo. Respiré, hablé, grité. Pero él no respondía. La seductora voz de la muerte se llevó su esencia. Y a mí me dejó sin nada.

Ella sabía que yo no quería que te fueras. Yo luché, te lo juro. Pero me ganó. Algún día terminaré de usar toda esa tinta que, aun queda en mi lapicera.

Te extraño.

Felíz cumpleaños.

Te amo.

Tu nieto.

09/08/07 cumplirías 96 años.